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Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoEL POPULISMO (II Parte)
09/feb/2014

Ya a finales del siglo XX y comienzo del siglo XXI encontramos los "neopopulismos", donde el líder con su carisma, copa el centro de la escena y se bautiza con el sentir y los cánticos de la masa deseosa de ser escuchada en sus necesidades, mientras él, distante al pueblo, y envuelto en su vanidad y avaricia, busca la concentración del poder, enflaquece las estructuras institucionales con el solo propósito de "ir por todo" sin miramientos de nada

Por María Celsa Rodríguez (*)

Si observamos la historia y comparamos detalladamente el populismo surgido en Rusia con los que luego aparecieron en Europa y posteriormente en América, vemos que tienen diferencias, que también las encontramos en los populismos del siglo XXI.

Así en el populismo ruso, que se desarrolló entre los años 1870 hasta 1917 existía tres actores que protagonizaban el escenario histórico: 1) la población rural que trabajaba en un estado tan precario y vivía en la miseria; 2) el Estado y; 3) una elite de intelectuales que tenía una mirada occidental sobre los problemas del pueblo y del campesinado, pero que sentían soplar sobre ellos los aires de injusticia en que vivía la sociedad. Y se sentían culpables de sus propios privilegios. Por eso, comienzan a hacer sonar sobre la gente, la idea de construir una sociedad con ideales socialista. Así, en 1876 surge el partido "Tierra y Libertad" en que ideaban una Rusia socialista, con mayor igualdad y sin inequidad en materia social y económica como hasta ahora lo venían padeciendo, buscando al mismo tiempo ser liberados de ese estado autocrático. Y lograr de ese modo la tenencia comunal de la tierra.

Pero para alcanzar ese objetivo había que organizar un partido homogéneo, que escuchara las necesidades de ese pueblo olvidado por un Estado ausente, y que pudiera hacer frente al gobierno. En 1878 el partido entonces se divide en moderados y radicales. Unos llamados "Repartición Negra" que luchaban por la "redistribución igualitaria de la tierra" entre la población rural. Y que luego fueron los que se denominaron marxistas, y por el otro lado estaban los que se hacían llamar "la Voluntad del Pueblo", que tuvieron una actividad totalmente distinta, ya que atacaron al Estado sembrando el terror y al final terminaron asesinando al Zar Alejandro II.

Es decir, el populismo ruso comenzó por arremangar sus ideales acercándolos a los deseos del pueblo, escuchando sus necesidades, sintiendo pena y culpa por sus carencias y sufrimientos, y a partir de allí trataron de defenderlos. Buscaron así, ir a la lucha por la tierra de la que carecía el campesinado, enarbolando las banderas de libertad sobre el poder del estado y de los terratenientes, que eran los dueños de la tierra.

Mientras tanto en EEUU, los granjeros del llamado Middle West se levantaron contra los banqueros, contra el gobierno, contra las corporaciones que manejaban el monopolio del transporte de granos y de todos los bienes necesarios para el cotidiano vivir en la granja, cobrando para ello, precios excesivos. Sin embargo los reclamos de los ruralistas por este abuso no eran escuchados porque las corporaciones del transporte, ostentaban la amistad que los acercaba al poder político y esto los hacían intocables. Pero los granjeros también estaban atados a los créditos con los comerciantes y banqueros, dependiendo para su paga del milagro de una buena cosecha, de que no haya sequía, de que lloviera lo necesario, cayendo en una continua presión para sobrevivir. Por eso decidieron crear sus propias cooperativas y de esa manera manejar el comercio de sus granos y así poder hacer frente a sus acreedores. Pero sus deseos no funcionaron bien y entonces miraron la política como la solución más viable, aunque tropezaron mucho.

Como dice Guy Hermet en su libro "Populismo, democracia y buena gobernanza" que "Los populistas tampoco tienen una forma específica de organización. Es lo que señala nuevamente Pierre- André Taguieff, cuando recuerda que el populismo puede expresarse tanto en un cenáculo de intelectuales, como en un amplio movimiento organizado o espontáneo, en un partido político bastante clásico, en un régimen de gobierno, en una aptitud de transgresión de las normas políticas convencionales o más aun en procesos típicos de salida de una dictadura, especialmente comunista. Del mismo modo a pesar de las apariencias y de los hábitos de pensamientos, el populismo no se caracteriza de manera suficientemente clara por el ascendente carismático de un líder providencial como para que esta característica pudiese distinguirlo de otros fenómenos políticos. El hechizo ejercido por el Jefe ha tenido particularmente en el fascismo y el nazismo una intensidad mucho mas grande, marcada por una connotación mística y un culto de la personalidad sin relación con el magnetismo ejercido por los agitadores populistas ( se atribuyó al Duce, como Fuhrer, cualidades de precognición casi adivinatoria, sin común medida con la popularidad de un Le Pen o incluso Chávez; solo Nasser, Vargas y Perón constituyen la excepción entre los populistas)".

Hablar de populismo latinoamericano también tiene sus diferencias, porque aquí tenemos que hablar de "caudillismo" con una identificación clara del líder, sea este del peronismo, chavismo, velazquismo, etc. donde mostraron su poder al convertirse en partidos que gobernaron y que presidieron países, que fueron paternalistas, mirando todos desde la cima, con un marcado clientelismo e intervencionismo estatal, con un enarbolado nacionalismo y una economía proteccionista, con control del mercado y exceso del gasto público. Y que terminan sembrando miserias para el futuro. Podemos enumerar como gobiernos populistas el de Perón, Lázaro Cárdenas (México), Getulio Vargas en Brasil, Fernando Bealúnde Terry en Perú, José Velazco Ibarra en Ecuador, Carlos Ibañez del Campo en Chile, Paz Extensoro en Bolivia

Ya a finales del siglo XX y comienzo del siglo XXI encontramos los "neopopulismos", donde el líder con su carisma, copa el centro de la escena y se bautiza con el sentir y los cánticos de la masa deseosa de ser escuchada en sus necesidades, mientras él, distante al pueblo, y envuelto en su vanidad y avaricia, busca la concentración del poder, enflaquece las estructuras institucionales con el solo propósito de "ir por todo" sin miramientos de nada, produciendo desequilibrios políticos y partidarios y desastrosas crisis sociales y económicas. Ejemplos de ellos tenemos a Collor de Melo en Brasil, Morales en Bolivia, Fujimori en Perú, Salinas de Gortari en Méjico, Chávez en Venezuela, Menem y Cristina Kirchner en Argentina.

Como bien lo explica el Dr. Gabriel Boragina en su libro "La credulidad" "El caudillismo, tan de moda entre los políticos populistas latinoamericanos, es una forma de misticismo, con un gran componente de orden religioso, promueve una fe en el líder carismático, en el caudillo y su palabra, asume en la mentalidad de sus seguidores una infalibilidad cuasi papal o divina..."

"....estos caudillos sur americanos... no pueden evitar ser colectivistas y demagogos; su apelación constante (y agotadora) a las virtudes del pueblo que solo ellos pueden "interpretar", es recurrente y produce la automática fascinación de las masas; este es un fenómeno digno de análisis y solamente la psicología y la sociología pueden hallar respuestas a este encanto y prodigio de hipnotismo colectivo que siempre ha redundado en un notorio perjuicio de los pueblos, especialmente en sus sectores más carenciados y más necesitados, y en absoluto favor de sus lideres "salvadores"... y hacemos hincapié en que los jefes populistas solo halagan y adulan al pueblo hablando de sus virtudes, pero jamás critican a sus súbditos votantes repitiendo hasta e hartazgo sobre sus defectos, tanto como lo hacen con sus virtudes.

Los lideres "salvadores" - afirma Boragina- durante decenios y hasta el presente, se han salvado a sí mismos, hundiendo en la pobreza constante a sus "salvados". Esta clase de "salvación" política es semejante a la que aquel marino que arroja al náufrago un salvavidas de plomo, no para que flote sino para que acabe de hundirse más rápido. La evidencia de que los lideres políticos necesitan enormes masas pobres en lo económico y crédulas en lo psicológico, revela no solo carencia espiritual y moral de los pueblos, sino maldad e inescrupulosidad por parte de quienes se constituyen en sus dirigentes con el avieso propósito de mantenerlos en este estado de sumisión, pobreza y marginación".

Coincido con las palabras del Dr. Boragina en que es triste e irracional ver que estos "políticos con vasta experiencia política, actuación publica y protagonismo estatal no hayan aprendido nada durante tanto tiempo de desempeño en sus menesteres, y sigan, sistemáticamente, repitiendo una y otra vez, década tras década, los mismos errores ". Basta mirar la portada de los diarios de mañana, o ir al supermercado con $100, para darnos cuenta que esta película ya la vimos.

(*) Directora de CHACO REALIDADES










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