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Editoriales y Columnas
 
Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoANGUSTIA “MADE IN ARGENTINA”
17/abr/2013

En síntesis, no hay un valor agregado intelectual en la mecánica del producto, ni en el software de los teléfonos. Nuevamente desconsuelo y pena; al par de un sentimiento de frustración y farsa.

Por: Pedro Álvarez Bustos (*)

Muchas veces el ciudadano argentino, cuando piensa en su país, cree que está incursionando en una literatura de ficción; originada en la fantasía y también en la literatura de terror.

La ficción es un género especulativo de proyección que refiere hechos o acontecimientos de un mundo imaginado. Género que imagina un mundo posible, aunque no siempre apetecido.

Lamentablemente, en nuestra Argentina, a ese mundo la realidad lo modela, lo esculpe.

El Papa Francisco y el termo.

Hace pocas semanas fue electo el PAPA Francisco. En su primera audiencia recibió a la Presidente de Argentina, quien le obsequió un mate, con bombilla, yerbera, azucarera y un termo. La Presidente ha medida que desenvolvía los regalos, formulaba un comentario acerca de su destino y construcción. Al arribar al termo, con una pizca de nerviosismo, le costó sacarle la cobertura. El audio no era total y por eso allí aparecieron los que leen los labios.

Así como hay quienes leen las líneas de las palmas de las manos y los ciegos llegan a dominar el sistema braile, para otros son legibles las miradas e incluso la mentira en los ojos y, finalmente, los ya referidos que leen los labios.

En esa instancia, mientras el atadijo no se despegaba del termo, Francisco habría acotado respetuosamente: “Made in china?”, a lo cual la Presidente respondió con una media sonrisa o mohín: “Si, pero el papelito es argentino, es nuestro”.

La aflicción y congoja derivada podría muy bien disimularse si solo lo expuesto se circunscribiera a una simple anécdota. Pero no. No es así.

Celulares “fabricados” en Tierra del Fuego.

Obsérvese que respecto a los teléfonos móviles o celulares, el reemplazo del sistema analógico por el digital, “más moderno y de avanzada”, dejó sin comunicaciones telefónicas a innumerables familias que habitan los campos del centro-oeste de La Pampa y gran parte de Argentina (de esto hace aproximadamente un lustro, sin perspectivas de solución).

La Cámara Argentina de Máquinas de Oficinas, Comerciales y Afines (Camoca) informó que en el 2012 se importaron solo 160.000 celulares, mientras el resto o sea 13.906.093 (casi el 99%) unidades se fabricaron (¡!) en Tierra del Fuego

Claro está que conforme la Resolución 245/2009 (BO 31713; 11/08/09) de la Secretaría de Industria, Comercio y de la Pequeña y Mediana Empresa (Sicpme), anexos y normas complementaras, se consideran de fabricación nacional los equipos de radiocomunicaciones móviles celulares que reconozcan como insumos argentinos los que se usen en: manual del usuario, tarjeta de garantía, folletos, bolsas plásticas, cajas, etiquetas y materiales de embalaje (como aquel del cual se hiciera referencia al Papa Francisco).

En síntesis, no hay un valor agregado intelectual en la mecánica del producto, ni en el software de los teléfonos. Nuevamente desconsuelo y pena; al par de un sentimiento de frustración y farsa.

Consectario.

Si a lo referenciado se le suma lo que se viene pregonando desde esta columna, unido a la falta de seguridad, a la ausencia de una política agropecuaria eficiente, al incumplimiento de sentencias de los jubilados y el destino de sus fondos específicos a objetivos bastardos, a la pretensión de derribar, colonizar, domesticar y cercenar la independencia del Poder Judicial, a la privación de obras y presupuestos desviados que han agravado los efectos de las lluvias, produciendo inundaciones catastróficas por carencia de obras hidráulicas y de escurrimiento, al crecimiento con fuerza volcánica de la corrupción que llega a límites escandalosos, donde el dinero se pesa y ya no se cuenta (U$S 1 millón pesa 10,1 kilos, Euros 1 millón pesa 1,7 kilos, en billetes de 100 y 500, respectivamente, s.e.u.o.), etcétera, fácil resulta deducir que la angustia que corona esta nota, es el fiel reflejo de una Argentina que nadie quiere.

Puede que el ciudadano, que vive esta actualidad, se vea atribulado, con desconsuelo y apesarado.

Por eso se hace razonable y equitativo no bajar los brazos, templar el ánimo y fortalecer la voluntad para no claudicar. Levantarse del fango y llevar la bandera celeste y blanca al sitial que nos legaron nuestros mayores y que pretendemos para hijos y nietos.

(*) Productor agropecuario de tercera generación, abogado y escritor.

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