

REEDICION – Los Kirchner colocan el guiño a la izquierda, pero giran a la derecha
19/sep/2010
Lo más trascendente es que las oportunidades existen y son viables, solo es menester contar con políticas de Estado, que contemplen un crecimiento armónico del país y consoliden el encumbramiento nacional como proveedor confiable de alimentos al mundo
Por: Aldo Norberto Bonaveri
Resaltar los éxitos de la economía de nuestro país del 2003 hasta la fecha, fue una constante de Néstor Kirchner, reiterada desde su asunción en cada discurso por Cristina; como así también amplificada en cada declaración por sus acólitos. Necio sería negar el crecimiento operado en lapso referido, pero igualmente fatuo es interpretar que ello es producto de la aplicación de políticas infalibles en la materia.
La realidad de la historia reciente impone reconocer los problemas suscitados por la crisis del 2001, y en función de ello, cabe aceptar que cuando Néstor asume la presidencia las cuentas públicas exhibían un alto grado de precariedad, empero también corresponde decir que encauzadas, merced a los aciertos instrumentados por el verdadero “piloto de tormentas” que fue Roberto Lavagna, a quien en una de las mejores decisiones iniciales del presidente entrante, fue confirmado al frente del ministerio de economía.
Los efectos del fin de la convertibilidad justificaban medidas de emergencias; por entonces, permitir un incremento de tarifas y servicios no habría sido tolerado por los vapuleados bolsillos argentinos. Aquellas medidas en un principio no significaron una mayor distorsión, puesto que en varios casos las empresas prestadoras habían acumulado un colchón que no hacían perentorio los reajustes. Por otra parte, hasta el 2005 inclusive, la inflación era apenas perceptible, los precios de nuestros comodities seguían afirmándose paulatinamente y, el tipo de cambio competitivo, resultaban una formula propicia para la recuperación económica del país.
El claro triunfo en las elecciones legislativas del 2005 resultó determinante para que Kirchner le diera al gobierno su impronta; prescindió de Lavagna, para manjear la cartera de Economía a voluntad; hizo de la caja y su manipuleo una obsesión; profundizó el gasto público y, todos los movimientos obedecieron a un plan concreto: la concentración del poder político y económico, haciendo que las provincias cada vez fueran más dependientes, al tiempo que acentúo el intervencionismo a ultranza.
La concreción de sus designios y los de Cristina, se vieron favorecidos notoriamente por la evolución de las variables económicas internacionales y fundamentalmente por los valores del intercambio. Estos crecieron con índices insuperables y, en consecuencia, sobres fines del 2007 y principios del 2008, nos encontramos con una condición inédita: el mundo ávido de alimentos nos compraba cuanto producíamos a precios récord. Semejante ecuación hizo que se produjera una inescrupulosa exacción sobre la producción agraria; basta recordar que las retenciones sobre la leche en polvo llegó en su momento a superar el 50%, en tanto la férrea resistencia contra la resolución 125 impidió, se aplicara la movilidad partiendo de pisos desproporcionados.
La constante intervención en los mercados, la arbitraria presión tributaria y la demagogia institucionalizada, constituyeron un cóctel tan engañoso como nocivo. Si bien la recaudación proveniente principalmente de la producción agropecuaria, les posibilitó a los Kirchner ejecutar sus proyectos, las oportunidades desaprovechadas del país las lamentaremos por mucho tiempo.
Aún cuando el tiempo perdido no se recupere, las proyecciones universales con mayor perspectiva estiman condiciones halagüeñas, tanto para el mediano como para el largo plazo. El crecimiento de la población mundial, sumaría 9.600.000.000 millones de almas para el 2050; según los estudios de la FAO, para alimentarlos será preciso aumentar la producción en un 70%. Satisfacer ese requerimiento demandará una tarea ímproba, sobre el particular es dable explicar que en el planeta las tierras para incorporar a la agricultura son muy escasas, y dentro de esa insuficiencia la región con mejores posibilidades es Sudamérica, especialmente el MERCOSUR. Este escenario vendrá acompañado de un encarecimiento de los precios internacionales, que los expertos justiprecian entre un 15 al 20% para el próximo lustro.
Argentina no sólo esta en inmejorables condiciones por el área que puede ingresar a la producción, sino por el desarrollo tecnológico que viene evidenciando y, que tanto han repercutido en el incremento de la productividad agraria registrada en los últimos años. Al crecimiento demográfico apuntado, debe sumársele una economía global en expansión de los países emergentes y, el mayor consumo de proteína animal.
Naturalmente, que para beneficiarse con el contexto que se vislumbra, será menester desmantelar los condicionamientos impuestos por las políticas aplicadas; lo que significa un desafío para el próximo gobierno, el que tendrá frente a sí la ocasión de reinsertarse en el mundo y, usufructuar así un ciclo que se presume prolongado de entornos propicios. Inclusive, teniendo en cuenta un mundo cada vez más demandante de alimentos, con una estrategia comercial adecuada, es factible que de la mano de los granos, la leche y la carne, se presenten ocasiones propicias para introducir en los mercados, derivados de estos manufacturados, como así también otros productos.
Los errores cometidos por el kirchnerismo en materia de comercio internacional deben ser capitalizados para no reincidir. En tan sentido la torpeza ha estado a la orden del día, generando situaciones enojosas tan injustificadas como incompresibles. Con las restricciones aplicadas a minúsculas importaciones de Europa, no solamente se plantearon futuros interrogantes en la balanza superavitária, sino que se crearon obstáculos para alcanzar el ansiado acuerdo entre la UE y el MERCOSUR, el que podría llegar a concretarse entre la comunidad y nuestros vecinos individualmente, con las desventajas que ello implicaría para Argentina.
La impericia del manejo bilateral con China, nos ha llevado a que el gigante asiático nos excluya como proveedores de aceite de soja; si bien la necesidad imperante en el mundo de ese producto hizo que las consecuencias no fueran irreparables, la medida tuvo un impacto considerable en el mercado local. Al respecto, cabe recordar que la suspensión de marras se produjo en plena cosecha, generando una depresión de los precios, cuando la oferta era mayor, más las dificultades logísticas propia de abarrotar los depósitos. Finalmente buena parte se reubicó en India, pero la urgencia y la falta de alternativas repercutieron en una baja en los precios de transacción.
También la “necesidad” de ajustar los números de una balanza comercial falsaria, hicieron que el inefable Guillermo Moreno aplicara restricciones en importaciones de Brasil, nuestro principal socio, situación que generó roces innecesarios.
La sucesión de errores cometidos por las administraciones K, han traído aparejado cuantiosos perjuicios directos al sector más eficiente y productivo, empero a la postre, es el país en su conjunto quien con varios de esos desatinos paga las consecuencias. La destructiva política anti ganadera, elucubrada en función de “preservar la mesa de los argentinos”, significó que desde el 2006 redujéramos el stock de bovinos en más de 9.000.000 de cabezas. Los números de la nefasta intervención son contundentes. La gestión de Cristina registra récord difícilmente igualables en materia de carnes: 24% menos de producción, 37% disminución de las exportaciones, 21% caída del consumo y, si por si fuera poco, los argentinos pagamos más caro la carne que los chilenos, que la importan desde Estados Unidos.
Por la mismas causas hemos caído drásticamente en la producción triguera, en tanto la lechera se mantiene sin demasiado variantes desde hace doce años, pese a los vientos favorables que internacionalmente han soplado desde el 2002 hasta la fecha. En todos estos rubros sólo basta observar el crecimiento sostenido operado tanto en Brasil, Uruguay y Paraguay, países que hace años han dejado de aplicar los impuestos más retrógrados y perniciosos. Para el kirchnerismo, los fondos recaudados gracias a la producción agropecuaria, fueron esenciales para financiar la subsistencia de sectores prebendarios de la economía.
La ausencia de políticas agropecuarias en Argentina es insólita y, en consecuencia ello se paga con creces. Con reglas de juego claras y de largo plazo las posibilidades de nuestro país son inmensas. Aún existe tierra disponible para acrecentar la producción; hay vastas zonas aptas para ser optimizadas mediante la incorporación de riego y, la predisposición del productor para reinvertir en tecnologías de punta, que perfeccionarían aún más las buenas performances alcanzadas.
Desde la retórica el kirchnerismo intenta aparecer como un gobierno “progresista”, pero ello no pasa de ser un eufemismo; a la inversa, su proceder es en el fondo contradictorio de la filosofía que dicen profesar, sobrando sobre el particular ejemplos elocuentes.
Pese al escenario totalmente distinto al de los primeros años del gobierno de Néstor, tanto éste como Cristina mantuvieron congeladas buena parte de las tarifas y servicios públicos, lo que en aquel momento resultó racional hoy es plenamente injustificado, como nocivo. Con esto no estoy queriendo decir que toda la comunidad está en condiciones de absorber los costos reales, seguramente los sectores más postergados no resisten el sinceramiento respectivo, producto del mismo ocultamiento de las variables económicas ocurridas en los últimos años y, en consecuencia a ellos deberá asistirse. Pero en honor a la verdad, corresponde decir que con el estado de situación imperante, las más beneficiadas son las clases más altas, existiendo además discriminación del interior a favor de la Capital y el Gran Buenos Aires en materia de combustibles y costos de energía.
La aplicación de políticas fundadas en torno a una maraña de subsidios, que le cuestan al Estado $ 30.000.000.000 anuales, a la vez que constituyen el caldo de cultivo para la corrupción, significaron la desinversión de los prestadores y, la reducción a niveles alarmantes en reservas de petróleo y gas. Habida cuenta que los mayores consumos, tanto en combustibles como en servicios públicos, pertenecen a los sectores más pudientes de la sociedad, estos son en definitiva los más subvencionados, Mientras ello ocurre, los habitantes de zonas que no cuentan con los servicios esenciales o, aquellos que habitan las sectores marginales de los conglomerados urbanos deben pagar por una garrafa un 600% más, de lo que desembolsa por el gas quien vive en Puerto Madero.
Ese mismo gobierno que se dice de izquierda, expresa a los cuatro vientos que no se puede pagar el 82% móvil a los jubilados, pero mantiene inalterable la excepción de gravar la renta financiera, tributo estimado en $ 6.000.000.000. Ellos también, sostienen que no es posible bajar las retenciones agropecuarias sin desfinanciar al Estado, no obstante se niegan sistemáticamente a aplicar derechos de exportación a la amparada minería, pese a las consecuencias nocivas de la actividad a cielo abierto.
En materia de compensaciones la ONCCA ha pagado desde el 2007 a la fecha alrededor de $ 7.000.000.000, buena parte de ese monto fue destinada a grandes empresas (molinos, aceiteras, usinas lácteas, etc., y lo que es peor se han detectado créditos de subsidios a feedlots “fantasmas” y a identidades apócrifas o testaferros insolventes.
En un alarde de destinar créditos a la clase media para la adquisición de automóviles, se destinaron recursos que en definitiva resultaron un beneficio concreto para las cinco compañías líderes del mercado automotriz, esto no sería objetable de no ser como ocurrió, que esos préstamos se financiaron con recursos de la ANSES, organismo que administra los fondos de quienes en un 80% perciben la mísera suma de $ 900 mensuales.
Y las muestras no se agotan allí, en nombre de la defensa de la mesa de los argentinos se perpetraron los intervencionismos apuntados, con dicho modelo se les quitaron recursos a los productores, pero al mismo tiempo el consumidor en góndola no tuvo acceso a los beneficios que esas maniobras suponían. Ampliamente favorecidas con el resultaron las grandes exportadoras de granos y, otros sectores concentrados, quienes ante la falta de transparencia de los mercados impusieron su hegemonía. En síntesis, los Kirchner colocan el guiño a la izquierda, pero giran a la derecha.
Las posibilidades del agro, son en teoría inmejorables, para hacerlas realidad y, con ello extenderlas al porvenir del país solo es menester una voluntad política y un programa concreto a tal fin. La clase dirigente tiene la responsabilidad de debatir un proyecto que impulse la producción y la exportación de los productos agropecuarios y agroindustriales, desterrando los obstáculos que actualmente imposibilitan el proceso sustentable de dichas actividades.
Lo más trascendente es que las oportunidades existen y son viables, solo es menester contar con políticas de Estado, que contemplen un crecimiento armónico del país y consoliden el encumbramiento nacional como proveedor confiable de alimentos al mundo.
Con leyes apropiadas, una reforma impositiva a fondo que elimine los impuestos regresivos y ponga énfasis en las utilidades reales, estabilidad jurídica, políticas concertadas de largo alcance y el funcionamiento pleno del sistema republicano, con la indelegable división de poderes, para el bicentenario de la independencia deberíamos estar produciendo: 120.000.000 de TT de granos, 1.400.000.000 de litros de leche y, exportando alrededor del 1.000.000 TT de carne, con el correspondiente abastecimiento del mercado interno incluido.