

NUESTRAS RELACIONES INTERNACIONALES
27/jul/2010
Beneficiados son los países que producen alimentos, entre ellos Argentina, puesto que la producción mundial, según la FAO, no alcanza para alimentar el constante crecimiento de los habitantes del planeta.
Por: Dr. Rubén Emilio García
Según algunas publicaciones y comentarios en el pasado cercano, las prácticas de nuestras representaciones diplomáticas en algunos países de Sudamérica eran disímiles en cuanto al trato y atención a misiones de organismos federales argentinos, que llevaban como objetivo promocionar la colocación de productos primarios en los mismos. Las consecuencias de ello redundaban en la baja eficiencia de las misiones y en la pérdida de oportunidades de incrementar las exportaciones.
Frente a ello, como es habitual en esta parte del mundo, levantamos la cabeza y comparamos este accionar con el que desarrolla la Cancillería Brasileña, con su fama de coherencia en tiempo y espacio en el cumplimiento de su cometido. Claro, no todos podemos tener un Barón de Río Branco que acuñe una frase sosteniendo: “Itamaraty no improvisa, planifica”. Ningún Estado, en un mundo cada vez más chico y competitivo, puede al presente darse el lujo de no realizar de cada acción un ejercicio de previsión. Esto tiene validez por razones de interés inmediato con nuestros socios del MERCOSUR, con los que debemos lograr el ajuste de la economía regional, para dialogar en tiempo y forma con los países desarrollados u otros grupos de países.
El Gobierno Federal, con expresiones concisas plantea el camino de modificar las discordancias, encauzando a nuestras embajadas hacia una estrategia clara, transmitida en una reunión inédita de Embajadores realizada en el Palacio San Martín, bajo el título de “Rol de la Cancillería en el desarrollo de mercados para la producción argentina”. Al respecto, la Presidenta expresaba a los presentes la necesidad de que “redoblen los esfuerzos para gestionar comercialmente los intereses del país”. Sólo puede darse la bienvenida a una definición política que retoma lo que en distintas épocas hicieron Perón y Frondizi para incentivar la colocación de nuestros productos en otros mercados. Y una vez definida la política, sí debe afianzarse la estrategia de competir con el respaldo claro de nuestro servicio exterior.
Pero también debemos ser memoriosos de algunas experiencias fallidas como las llevadas adelante con la República Popular de China en materia de carnes, o la presunta inversión (nunca concretada) de 20 mil millones de dólares donde las ilusiones quedaron en los armarios de los Ministerios intervinientes, para llegar a la conclusión que estas tareas debemos ponerlas en manos de negociadores avezados que tengan perfectamente definido el marco deseable para nuestro país y los términos de elasticidad que pueden manejar.
Algunos medios califican al cierre de la venta de aceite de soja a la China como pérdida comercial y de espacio en las relaciones. No es tan así. Primero: La Argentina, al obstaculizar la importación de productos que acá se fabrican evita la salida de divisas por compra de artículos superfluos y asegura las fuentes de trabajo para miles de obreros que hubieran quedado en la calle si esta situación continuaba. Con tal resolución se compensan diferencias en este rubro de intercambio comercial. Es más, el aceite que no se vendió a la China se derivó a la India, país que aumentó la importación a semejanza de otros pueblos del Asia. Hay que tener presente que la producción mundial de soja no alcanza para abastecer a todos los países demandantes.
En este mundo actual que al globalizarse trajo penurias, también acarreó beneficios. Beneficiados son los países que producen alimentos, entre ellos Argentina, puesto que la producción mundial, según la FAO, no alcanza para alimentar el constante crecimiento de los habitantes del planeta. Pues entonces, aquellos Estados que carecen de capacidad para producir materia prima alimenticia, necesariamente deberán acudir a los que tienen en abundancia. Y a un país que produce alimentos jamás lo van a tener aislado. Pues entonces, a nosotros, argentinos, que tenemos un bendito suelo con sobrada superficie y capacidad de como y donde hacerlo nos queda la obligación de aumentarlos, y la voluntad de comercializarlos.