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Editoriales y Columnas
 
Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoLA HORA DEL MICROCRÉDITO
29/ago/2017

Sólo así iremos logrando un crecimiento armónico de la Nación promoviendo políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de pueblos, ciudades, provincias y regiones.

Roberto Fermín Bertossi (*)

Mientras esperamos poder ir saliendo de índices de pobreza e indigencia humanamente inaceptables y se aúnan esfuerzos para la generación de nuevos puestos de trabajo decente, porqué seguir desdeñando las bondades productivas del microcrédito a microempresas personales o famiempresas en todo el país.

Precisamente los más empobrecidos (32%) y desocupados campo/ciudad (2.000.000), difícilmente reúnan el cúmulo de requisitos para acceder a un crédito formal de la banca financiera oficial.

En el mientras tanto, un instrumento financiero como el microcrédito genuino, resulta crucial e impostergable en pro de impulsar o reimpulsar micro emprendimientos urbanos y rurales Vg., desde promover y fomentar a peones rurales y tamberos desocupados, changarines, proyectos de elaboración de múltiples y diversas aplicaciones o software (educación, medicina, comunicaciones, negocios, industriales, investigación, etc.), fabricación de escobas, cerrajerías; envasados de productos regionales, ebanisterías, fábrica de pastas, mensajerías, panaderos, albañiles, pintores, confecciones (costura y tejido), fábrica de trapos de piso, taller de refrigeración y reacondicionamiento de electrodomésticos, floricultores, taller de electricidad, fotografía, viveros, lavanderías, taller de soldaduras, carpinteros, servicios de limpieza, apicultura, repostería y artesanías, asistentes geriátricos y acompañantes terapéuticos, hilados de lana, telares artesanales, orfebrería, confección de uniformes laborales y ropa blanca, crías de aves de corral, peluquerías, huertas comunitarias, fábrica de bloques, herrería de obras, servicios de plomería, arreglos en bicicletería, cerámica, fábricas de ladrillos, guarderías, gas y plomería; fábrica de detergentes, desodorantes e hipocloritos, servicios de electricidad, servicios de computación, servicios de fotografía, serigrafía y ploteados en chapa o cartulina, frutihortícolas, cultivos bajo cubierta y ranarios, tunares (tuna); caprinos – llamas, etc.; para tantos marginados del sistema laboral/productivo en pos de satisfacer sus necesidades físicas básicas más apremiantes e insatisfechas.

Lejos del faro del Premio Nobel (Finanzas de Paz) Muhammad YUNUS o padre del microcrédito para quién, el microcrédito es un derecho humano y la garantía, una esclavitud; los fondos públicos legalmente afectados en Argentina a estos programas y fondos, en su inmensa mayoría jamás fueron invertidos conforme su afectación ni recuperados conforme a derecho y justicia, Vg., el art. 23 Ley 24.467, el Programa federal de solidaridad (Pro-Sol) Decr. 275/92 del PEN (Menem) o últimamente la ley 26.117.

Ante estas circunstancias nacionales, un instrumento de política social como el “microcrédito”, sería sin duda “la mejor palanca proactiva” para incluir digna, ciudadana y financieramente a mucho argentino empobrecido y desocupado, para ir recomponiendo así, un ecuánime y equitativo desarrollo humano federal, en el campo y en la ciudad.

Por último, en vista de las consideraciones precedentes podemos concluir que es hora del “microcrédito urbano y rural” en términos de política social, razón por la cual, el mismo ya debería integrar un convenio excepcional e interministerial operativo y federal (Trabajo, Interior (comunas-municipios) y Desarrollo Social) con el Banco de la Nación de todos los argentinos, el cual deberá incluir sensibles y palpables simplificaciones administrativas, discriminaciones crediticias (plazos de gracia) y tributarias positivas, etc; sin perjuicio de su oportuna institucionalización.

Eso de institucionalizar la misma no será más que cumplir con la manda constitucional en esto y aquellos de proveer lo conducente al desarrollo humano, al progreso económico con justicia social, al crecimiento sostenido y productivo de la economía nacional, a la generación de empleo, a la formación y reconversión profesional y tecnológica de los trabajadores, particularmente de todos los desocupados posibles.

Finalmente, sólo así iremos logrando un crecimiento armónico de la Nación promoviendo políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de pueblos, ciudades, provincias y regiones.

(*) Investigador CIJS / UNC.
[1] Director del Proyecto de Investigación para Microempresas urbanas y rurales (CIJS/UNC).

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