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Editoriales y Columnas
 
Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoLA TIERRA: PARA QUÉ, PARA QUIÉNES, PARA CUÁNTOS
10/jun/2012

"Estos hombres de campo ya no luchan para sí, sino por sus hogares y por sus hijos, para que tengan la seguridad de un futuro de la que ellos carecen. Estar a su lado en esta hora debería ser la posición de todo argentino". Dr. Francisco Netri

Por: Esteban Motta (*)

Una vez más, cuando asumimos la responsabilidad de tomar posición sobre un tema tangencial para nuestros chacareros recurrimos a la consigna que convocaba al Congreso Nacional y Latinoamericano de Uso y Tenencia de la Tierra que la Federación Agraria Argentina organizó en 2004.

Es que ante los hechos suscitados por el decreto de revalúo fiscal de la tierra firmado por el Gobernador de la provincia de Buenos Aires, y las propuestas que van en la misma línea en la Provincia de Santa Fe, el eje de discusión vuelve a las raíces históricas y fundacionales de la Federación Agraria, y es la tierra nada más y nada menos.

Para qué, para quiénes, para cuántos son preguntas que hoy podríamos responder con datos muy preocupantes para los pequeños y medianos productores.

Los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) de 1988, 2002 y 2008 demuestran una importante caída en la cantidad de EAPs (explotaciones agropecuarias) que van desde 421.221 en 1988 a 276.581, lo que representa la desaparición de 144.640 EAPs en un período de 20 años.

Si observamos los datos del CNA 2002, ya que el de 2008 no posee resultados definitivos, haciendo un corte en 500 has, obtenemos que sobre 297.425 EAPs con límites definidos, 246.947 EAPs producen 20.552.201 has sobre un total de 174.808.564 has. Este resultado nos dice que el 83 % de las explotaciones abarcan solo el 11 % de la tierra, mostrando a las claras los altos índices de concentración en nuestro país.

Si vamos a una producción específica como la leche, según datos del CIL observamos que en 1978 existían 40.000 tambos en la República Argentina que producían 5056 millones de litros, en el 2003 estiman una existencia de 14.000 tambos con alrededor de 8000 millones de litros anuales. Crecimiento de la producción pero con menos gente, a las claras el déficit social que supone el modelo agropecuario actual.

Estos datos sirven para ilustrar el para quienes y para cuantos, y lo que queda claro es que en el “campo” no todos somos iguales, ya que el 83% de los productores que produce el 11 % de la tierra seguramente no lo hace en las mismas condiciones, ni obtiene la misma rentabilidad que el 17 % que produce el 89% restante. Y el resultado de políticas que siguen impactando fuertemente en perjuicio de los productores más pequeños y más débiles, favoreciendo al agro negocio concentrado alimenta este proceso sistemático de concentración.

Ante este escenario debemos asumir nuestra identidad, los conceptos “campo” o “sector agropecuario” nos insertan a los pequeños y medianos productores en una peligrosa trampa dialéctica, en la fantasía de que el sector agropecuario es un ente homogéneo, despersonalizado que se puede medir por índices económicos cuyo objetivo es mostrar los parámetros globales de rentabilidad, sin hablar de cómo se distribuye la torta dentro de ese “sector agropecuario”.

“El concepto sector agropecuario ha servido a los grandes grupos para fortalecer su imagen, la pertenencia a un sector fuerte de la economía a la hora de presionar por la distribución de la renta en el país ante otros sectores como la industria y los servicios. Para ésos ámbitos de poder es vital mantener inquebrantable el concepto-imagen de sector homogéneo. Ya que ellos por sí mismos – la oligarquía antes, y los fondos de inversión y pooles de siembra hoy- son minoría.”

Esto nos obliga como Federación Agraria a replantear nuestra estrategia gremial, no podemos seguir compartiendo tribunas y maquillando nuestro discurso en pos de sostener una alianza con los sectores que representan más a ese 17 % que produce el 89% de la tierra, que a los agricultores familiares.

Luchamos por que el Para Quiénes implique a los agricultores familiares en todas sus dimensiones, entendiendo que integran este concepto los chacareros de la pampa húmeda, todos los pequeños y medianos productores en el abanico heterogéneo de producciones que se dan en nuestro país (fruticultura, citricultura, horticultura, vitivinicultura, olivicultura, caña de azúcar, yerba mate, algodón, ganadería bovina, caprina, ovina, lechería, etc), los campesinos y pueblos originarios que luchan por el derecho a su tierra, los jóvenes que pretendemos tener un futuro en el campo.

Para Quiénes que debe ir atado al Para Cuántos, que no es otro que el 83 % de los productores que hacíamos referencia más arriba.

Este para quienes y para cuantos es el que se pone en juego con medidas como las que tomó el Gobernador de Buenos Aires o como la que están impulsando en Santa Fe. Sumado a una política agropecuaria nacional que necesita dejar de ser la continuidad de la concentración productiva iniciada en los ’70, para empezar a dar oportunidades reales a los más desfavorecidos.

Yendo al meollo de la cuestión, y que es lo creemos debe ser el centro de la discusión, La Tierra y su Para qué, su función, que es lo que pretendemos como país de nuestro más rico recurso natural. Y es aquí cuando voy a volver a apelar a aquel Congreso en Parque Norte con la siguiente cita.

“Una diferencia sustancial con los grandes empresarios agropecuarios (no familiares) es que conciben a la tierra como un negocio, con un valor de mercado, no en función de su utilidad social, como sí lo concibe la Federación Agraria Argentina.”

Esto es lo que no tienen en cuenta quienes hablan del retraso de los avalúos fiscales y del valor de mercado de la tierra como lo expresa por ejemplo el proyecto de reforma tributaria presentado por el Poder Ejecutivo en la Provincia de Santa Fe.

No somos los grandes empresarios agropecuarios y no podemos ser objetos de una política tributaria dónde se considere a la tierra como un bien de inversión inmobiliaria cuyo valor lo dispone el mercado. Necesitamos una discusión profunda sobre la función de la tierra, y sobre el sujeto agrario que produzca esa tierra. Las fundamentaciones de estos proyectos acuden al sostenimiento de un modelo agroexportador extractivo donde el sujeto principal deben ser los fondos de inversión y pooles de siembra para la producción de comodities de exportación.

“El Concepto de función social de la tierra es medular en las ideas que sostiene Federación Agraria Argentina, (…). Implica concebir a este recurso en relación con el bienestar individual y general, directamente vinculado al trabajo. Absolutamente alejado de ser un bien de especulación y en estrecha interacción con un proyecto de país que piense en el desarrollo integral, inclusivo, a partir de la producción.”

Las medidas universales implican un grave perjuicio siempre a los que menos espalda poseen. Si bien pueden afirmar que el impacto del Impuesto Inmobiliario es moderado para más del 60 % de los productores bonaerenses, el impacto que tendrá el revalúo fiscal de las tierras sobre miles de pequeños productores a la hora de afrontar impuestos nacionales como bienes personales y ganancia mínima presunta se sumarán a una carga impositiva que se convertirá en insostenible, resultado de un modelo tributario regresivo donde siempre pagan más los que menos tienen.

Esto nos pone en la obligación de plantear con fuerza la necesidad de una reforma tributaria nacional, además de insertar en la discusión temas trascendentes que suponen el cambio del actual modelo de concentración productiva.

En primer lugar, es fundamental y urgente el tratamiento de una ley de arrendamientos. El arrendamiento representa hoy más del 50 % del rendimiento bruto de una hectárea en la pampa húmeda, hablemos de quintales de granos, de kilos de carne o de litros de leche. Se hace fundamental abordar una ley de arrendamientos que tienda a romper con el negocio financiero en la cadena agropecuaria y dé lugar al acceso a la tierra a los productores genuinos.

En segundo lugar, necesitamos con la misma urgencia y celeridad se frenen los desalojos que sufren los poseedores históricos de sus tierras en distintos extremos de nuestro país. El reconocimiento a la posesión es un derecho que tienen los campesinos y pueblos originarios, el cuál hoy se ve avasallado con la connivencia política de los gobiernos provinciales, la mirada obtusa del poder judicial y la complicidad del gobierno nacional.

También urge un profundo cambio en la política de comercialización, no podemos seguir transfiriendo recursos de los productores a las multinacionales del comercio de granos, a los actores concentrados de la cadena de comercialización de lácteos, de frutas o de carnes, entre otras.

Y una vez sellados estos aspectos discutir un plan de desarrollo que incluya a la juventud como actor estratégico para la prosperidad productiva del interior de nuestro país.

Para alcanzar estos cambios no quedan dudas que el camino es seguir luchando, ahora la pregunta es con quiénes. Con aquellos que representan los intereses diametralmente opuestos a los que representamos, o con los que se encuentran día a día en riesgo de perder lo que durante generaciones han construido.

No podemos seguir moderando y marginando el programa de la Federación Agraria Argentina. Debemos encabezar la lucha sosteniendo el mandato histórico de la entidad, y teniendo bien en claro Para qué, Para quiénes y Para Cuántos.

(*) Director de Federación Agraria Argentina

La Lechería en la República Argentina. CIL http://www.cil.org.ar/docs/la_lecheria_argentina.pdf

La tierra: para qué, para quiénes para cuántos – Congreso Nacional y latinoamericano de Uso y Tenencia de la Tierra – Federación Agraria Argentina – Ediciones Ciccus 2005
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