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Editoriales y Columnas
 
Imprimir esta páginaEnviar este artículo por E-mail, a un AmigoLa venganza de la selva y el agua
15/mar/2018

El Chamán siempre repetía: La selva protege a todo ser vivo cuando la busca como refugio. Si se la ataca se vuelve terriblemente cruel y vengará la ofensa cobrándose de la peor manera.

Por: Dr. Rubén Emilio García

“La balsa trayendo a los últimos veinte sobrevivientes del éxodo del Guaira bajaba lentamente por el gran río Paraná. Sus ocupantes no hablaban; permanecían silenciosos y meditando con desagradable tristeza los sucesos acaecidos, probablemente entremezclados con las imágenes de la familia. No sería nada fácil de retener en la mente si se amontonaban de golpe, y todos juntos, los seres queridos y las jornadas vividas con tanta angustia y ferocidad desde el inicio de los preparativos a la trágica fuga. Porque desgraciadamente en el debe infeliz del éxodo, deben contabilizarse los muertos en el río y los muertos en la selva. Selva bellamente verde y engalanada de flores silvestres en todo el trayecto terrestre, y que jamás se separó milagrosamente como el mar Rojo facilitando el paso de los hebreos. Y el verde, al contrario, verde siguió voluminosamente enmarañado, dificultando el camino del hombre convertido en invasor involuntario al destruir obligadamente la vegetación a su paso. Es el momento en que la selva insensible a los conflictos humanos reacciona como ser viviente y activa con saña feroz sus mecanismos defensivos. Se vuelven agresivos las ramas, las espinas y el matorral. Las alimañas atacan, las víboras reptan belicosas, los mosquitos se abalanzan impiadosos, las miasis se multiplican, las fieras enloquecen oliendo carne humana y aparecen misteriosamente esa rara enfermedad que cambia de color a la piel, producen hemorragias, vómitos y diarreas. Eso y más pestes debieron soportar los dolientes fugitivos”.

El Chamán siempre repetía: La selva protege a todo ser vivo cuando la busca como refugio. Si se la ataca se vuelve terriblemente cruel y vengará la ofensa cobrándose de la peor manera.

¿Y el agua? El agua también se venga cuando en las sábanas les invaden imprudentemente su lecho. El brillante ecologista Antonio Brailovski decía en uno de sus libros: “el río y los arroyos no solo son cursos de agua, es un sistema complejo que incluye desbordes y que ocupa los valles de inundación cada vez que se desmadra”. Sin embargo, con el correr de los años fueron creciendo ciudades sobre estos valles inundables. Zonas fáciles de ocupar en tierras públicas o en tierras baratas loteadas por empresas inescrupulosas toleradas por el poder público. Una ciudad en extensión sin prevenciones tumba árboles protectores y provoca la impermeabilización de grandes superficies. El cubrimiento continuo del suelo por miles de toneladas de cemento significa que el agua ya no podrá penetrar en la tierra ni ser absorbidas por las raíces de los árboles. Por ende, escurre en la superficie y cada vez son más torrentes de agua que avanzan hacia los ríos provocando en su curso raudales calamitosos. En consecuencia, si no se elaboran estructuras que prevengan desbordes sucede caos, víctimas y daños materiales. Meditaba Brailovski: “si cuando el desastre sucede se puede calificar de desastre natural, y cuánto de “natural” tiene esta práctica de construir una ciudad en el lecho de un río”. En todo caso, hablar de desastre natural es una forma eufemística de desviar la atención de que tal desastre tiene responsables.

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